lunes, 13 de febrero de 2012

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No somos más que insignificantes hormigas,
eso me decían que éramos comparados con la inmensidad del universo.
Inútiles puntos en un mapa, tan pequeños, que parece que los puedes aplastar con el pulgar.
La autocompasión esa gran aliada y a la vez enemiga.
Solo queda pensar que si somos puntos insignificantes en un mapa, nuestras lágrimas son más insignificantes aun.
Insignificantes muestras de sentimientos, insignificantes muestras de gritos de auxilio.
Gritos que solo quedarán en eso, en el aire, esperando que alguien tan insignificante y mediocre como nosotros se pare a escucharlos, y con algo de suerte a responderlos.
Pero qué pasa cuando no queremos que nadie los escuche?
A veces gritamos en silencio, gritamos hasta que el más profundo e infinito de los silencios llega, y es ahí donde realmente creemos que podremos encontrar la paz.
Sólo cuando algo acaba podemos descansar.
O cuando sabemos que no merece la pena seguir luchando.

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