Piensa por un momento en una gran patata deforme.Una patata con sus curvas mal hechas, y sus surcos para nada uniforme.
La tenéis?
Bien.
A esa patata le añadiremos una sandía,
pero no una sandía cualquiera.
Una buena sandía.
Una sandía tan grande que hará que la patata se vea un pelín diminuta,
pero no tan diminuta como para hacer perder su grandeza claro está.
Y ahora... mmm, pensemos en una zanahoria gigante.
En dos, preferiblemente.
Dos zanahorias putrefactas, que adquieran a la perfección, esa forma que tienen sus brazos celulíticos.
Dos zanahorias que estén en las últimas, incluso que huelan mal, para poder representar el hedor de sus axilas mugrientas.
La imagen comienza a proyectarse en vuestros cerebros, si no es así, consulta de neurología, gracias.
Y a todo esto vamos a añadir, para poder completar la estructura, dos palos.
Sí, dos palos, lo suficientemente finos como para que desentonen un poco en este personaje.
Tampoco quiero palos secos, vamos a entendernos, pero si que sean ligeramente más finos para que llamen un poco la atención.
Ahora viene lo más complicado, viene lo peor.
Pintemos todo eso con una base beige, color carne para los que no entiendan de tonalidades.
Añadámosle unos espaguetis pasados de fecha a modo de pelo.
Después dos caracoles asquerosos para los ojos, y una patata pequeña para la nariz, deforme también, por supuesto.
Y para la boca, prefiero no ponérsela, así al menos en mi caricatura, tendrá ese puto buzón cerrado.
La vestiré con telas apretadas, para que sea más grotesca aun.
Y unos zapatos que le queden pequeños para resaltar lo gordos y asquerosos que son sus tobillos.
Así es la señora X en mi mente.
Un puñetero bulto rezumante de pus, que no hace otra cosa que incordiarme.
La verdad, mientras pienso en ella ahora sonrío, no odio.
Es la ventaja de ser cruel y disfrutar siéndolo.